This is an authorized translation of an Eos article. Esta es una traducción al español autorizada de un artículo de Eos.
El repentino estruendo del granizo golpeando el balcón de Hector Dorantes en la noche del 12 de junio hizo que viera rápidamente hacia afuera de la ventana en la demarcación territorial Benito Juárez, al poniente de la Ciudad de México. Cientos de hojas estaban cayendo de los árboles hacia el piso, el cual estaba cubierto por lo que parecía ser una capa de nieve. Minutos después del aguacero, el teléfono sonó.
“¿Estás bien?” preguntó su vecinoEl granizo había hecho más que tapar el suelo: “El supermercado acaba de colapsar”.
Dorantes salió de su casa inmediatamente, pero al dar el primer paso hacia la calle, su píe se hundió en una capa de granizo de 20 centímetros con granizos del tamaño de canicas. Mientras se acercaba al centro comercial cercano, los claxons del tráfico detenido y las sirenas de las ambulancias y los camiones de bomberos seguían retumbando. Cuando llegó, la escena lo dejó perplejo. “Era un desastre”, dijo.
Aproximadamente 20 toneladas métricas de granizo hicieron colapsar el techo de 1000 metros cuadrados del supermercado local. Y aunque no hubo heridos, más de una decena de otros incidentes se reportaron esa noche en las demarcaciones territoriales Álvaro Obregón, Benito Juárez, Iztapalapa, y Coyoacán.
Cuatro árboles, cada uno de entre 10 y 20 metros de alto, cayeron y dañaron la red eléctrica en varias partes de la ciudad. Nueve obstrucciones de agua detuvieron el tráfico hasta por 4 horas en la Benito Juárez y la Álvaro Obregón, las demarcaciones más afectadas. Aparte del supermercado, 12 estructuras y techos de casas y negocios fueron afectadas en ambas demarcaciones territoriales.
Para lidiar con el daño en la noche del 12 de junio y en la mañana del 13 de junio, se necesitó un total de 1200 servidores del Sistema de aguas de la ciudad, del cuerpo de bomberos, de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, de la Secretaría de Obras y Servicios.

Aunque el granizo es frecuente en la Ciudad de México durante la transición de primavera a verano, los ciudadanos estaban sorprendidos por el volumen que cubría las calles y casas el 12 de junio.
Dorantes, que nunca antes había visto algo como esto, inmediatamente pensó en una cosa. “Tiene que ser causa del cambio climático”, dijo.
Él no fue el único que pensó en esto. En los días posteriores a la granizada, gente tanto de la sociedad civil como de la comunidad científica empezaron a discutir si el cambio climático tenía algo que ver o no con lo que pasó.
Una tormenta perfecta
Para Paulina Ordóñez, una física de la Tierra del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México, la única forma de resolver esta cuestión sería llevar a cabo un estudio de atribución para entender si la duración, el impacto, o la probabilidad de un fenómeno meteorológico podría ser afectado por el cambio climático inducido por el humano.
La investigación más reciente indica que la recurrencia de las granizadas será menor con el cambio climático, pero que su gravedad incrementará con el tiempo.
En el caso de las granizadas, la evidencia aún es escasa debido a la dificultad de estudiar el fenómeno. La investigación más reciente indica que la recurrencia de las granizadas será menor con el cambio climático, pero que su gravedad incrementará con el tiempo.
“El cambio climático es indiscutible, el incremento en la temperatura global en proporción con la concentración de gases de efecto invernadero es un hecho… No es que la granizada en la ciudad no esté relacionada. Sólo que aún no lo sabemos”, dijo Ordoñez.
Aunque el granizo podría haber sido consecuencia de la temporada de lluvias, el personal del Sistema de Alerta Temprana de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil anticipó un sistema de presión alta sobre el poniente de la ciudad producido por varios factores, dijo Guillermo Ayala, director de la agencia.
En junio 7, cinco días antes de la granizada, la Comisión Ambiental de la Megalópolis, registró una alta concentración de ozono. Esto, combinado con las temperaturas de hasta 30°C y una intensa radiación solar, incrementaron los vientos estacionales de la región, lo cual a su vez causó que no se disipara la contaminación de la ciudad, produciendo la concentración de ozono.
El ozono produjo una “gran burbuja de alta presión” que terminó precisamente el domingo, 12 de junio, explicó Ayala. Cuando eso pasó, vientos y humedad del Océano Pacífico y del Golfo de México interactuaron con un frente frío que venía del norte, lo que generó un “choque de temperatura” que produjo el granizo, dijo Ayala.
Estamos haciendo las preguntas incorrectas
La Ciudad de México no es la única parte del país que ha sido recientemente afectada por eventos de tiempo severos. Tan sólo un día antes de la granizada en la capital, el gobierno del estado de Jalisco confirmó que la ciudad de Guadalajara había experimentado su lluvia más intensa en 30 años. En total hubo 40 inundaciones, 92 casas tenían niveles de agua de más de 50 centímetros y 92 carros se quedaron varados.
Al mismo tiempo, la ciudad de Monterrey está experimentando su peor sequía desde 1988. Como consecuencia, el gobierno estatal de Nuevo León ha abastecido agua sólo por 6 horas al día a sus habitantes desde principios de junio.
José Martín Cortés, un meteorólogo de la Universidad Veracruzana, dijo que el tiempo severo en Jalisco y Nuevo León, el cual involucró nuevos récords en los niveles de precipitación y de sequía, es más atribuible al cambio climático antropogénico que el granizo en la Ciudad de México. Así como la Ciudad de México, sin embargo, Guadalajara y Monterrey son de las zonas más urbanizadas del país.
Aún así, para Jorge García, un físico del clima de la Universidad de Columbia, el problema es la pregunta que nos estamos haciendo (“¿Es este evento severo causado por el cambio climático?”) está formulada incorrectamente desde el principio. Los eventos climáticos extremos siempre han existido; ninguno de ellos están específicamente sólo “causados” por el cambio climático.
“¿Habría sido esta tormenta la misma hace 100 años? Lo más probable es que no.”
Pero el cambio climático ha afectado a la atmósfera en la que todos estos eventos suceden, y eso tiene influencia en la severidad de los eventos. México es uno de los países que más rápido se está calentando en el mundo (a una tasa de 0.3°C por década); esto causa que la atmósfera pueda retener más humedad, lo cual, cuando se combina con los vientos dentro de las nubes, fortalece las condiciones ya de por sí perfectas para que se formen granizadas intensas, explicó García.
Así que, en vez de preguntar si el cambio climático antropogénico causó la granizada, García dijo que “lo que debemos preguntarnos es cómo el cambio climático afectó la cantidad de granizo y la probabilidad de tener esta tormenta que volvió la ciudad toda blanca. ¿Habría sido esta tormenta la misma hace 100 años? Lo más probable es que no.”
—Humberto Basilio (@HumbertoBasilio), Escritor de ciencia
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