Un close-up de tres vacas, dos café con blanco con una enmedio negro con balnco. Al fondo se ve un pastizal verde.
Junto con el arroz, la producción de carne y leche contribuyen en un 75% al calentamiento relacionado con la comida, encontró nuevo estudio. Crédito: Daniel Quiceno, Unsplash

This is an authorized translation of an Eos article. Esta es una traducción al español autorizada de un artículo de Eos.

La producción de alimentos libera gases de efecto invernadero a la atmósfera. Una nueva investigación muestra que para el final del siglo, los procesos que ponen la comida en nuestras mesas podrían calentar 1°C más a un planeta de por sí ya caliente. Cuando esto se suma al incremento de 1.1°C que hemos visto desde la Revolución Industrial, este incremento podría dificultar los esfuerzos de limitar el calentamiento a 1.5°C, que es la meta que se acordó en el Acuerdo de París.

Un estudio publicado en Nature Climate Change le pone un precio a las emisiones de carbono a cada uno de los alimentos que comemos. El análisis resalta los pasos que la población mundial puede tomar para reducir las emisiones.

La comida libera más que carbono

La agricultura contribuye en un 15% a las tendencias actuales de calentamiento global. Por ejemplo, desde tierras deforestadas recientemente, pasando por el uso de fertilizantes sintéticos y el uso de energía en las granjas, hasta los gases de las vacas liberan gases de efecto invernadero a la atmósfera. La producción agrícola contribuye a casi la mitad del metano, dos tercios de óxido nitroso y 3% del dióxido de carbono (CO2) que se emite en el mundo, notaron los autores. Los gases de efecto invernadero varían en su capacidad de atrapar el calor y su persistencia en la atmósfera.

El metano, emitido principalmente por la producción de animales y arroz, puede absorber 100 veces más calor que lo que absorbe el CO2. Sin embargo, mientras que el CO2 puede mantenerse en la atmósfera por cientos de años, el metano sólo sobrevive alrededor de una década: es un gas de efecto invernadero potente, pero de corta vida. El óxido nitroso emitido por los fertilizantes sintéticos es mucho más potente y dura más que el metano: atrapa 250 veces más calor que el CO2 y se mantiene en la atmósfera casi por un siglo.

Las investigaciones previas se quedaron cortas en cuanto a los cambios de emisiones y aminoraron el impacto real de estos gases a largo plazo.

Algunos estudios reportan emisiones equivalentes de dióxido de carbono, que es una forma más simple de reportar los efectos de un gas, dijo John Lynch, un biólogo y modelador del clima de la Universidad de Oxford en el Reino Unido, el cual no estuvo involucrado en el nuevo estudio. Las investigaciones basadas en modelos climáticos deben dividir las contribuciones individuales de cada gas de efecto invernadero, pero los estudios de menor escala (aquellos que, por ejemplo, consideran las emisiones del sistema agrícola) tienden a simplificar los datos con equivalentes de dióxido de carbono, dijo.

Al medir los contaminantes sólo en equivalentes de dióxido de carbono, las investigaciones previas sobre producción de comida se quedaron cortas en cuanto a los cambios de emisiones y aminoraron el impacto real de estos gases a largo plazo, dijo la autora que lidera el estudio, Catherine Ivanovich, una científica del clima del Observatorio terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia.

Para considerar las diferencias dentro de la producción de comida, Ivanovich y sus colegas aislaron las emisiones de cada gas de efecto invernadero de 94 alimentos usando datos de más de 100 estudios. Ellos escalaron las emisiones anuales por gas, basados en cinco distintas proyecciones del crecimiento poblacional y el consumo de alimentos en 171 países.

Después de eso, metieron los datos a un modelo climático de escala global simplificado para proyectar los impactos de estos cinco escenarios en los cambios de temperatura de la atmósfera.

Según el análisis, si mantenemos nuestros patrones de consumo actuales, se espera que el mundo experimente un incremento de casi 1°C adicional a las tendencias de calentamiento actuales. Los alimentos más costosos son los de alta producción de metano como las carnes rojas, la leche y el arroz: juntos contribuyen con el 75% del calentamiento proyectado relacionado a los alimentos.

Fue sorprendente “qué tan bien se alinearon los resultados con estudios previos, dijo Ivanovich. “Fue satisfactorio ver que incluso usando el nuevo enfoque, los hallazgos… aún se alinean con el entendimiento que teníamos”.

Los resultados tienen limitaciones, Los escenarios que mantuvieron los niveles de consumo de alimentos actuales no consideraron cómo el uso de tierra y el cambio climático podrían influir en la producción de comida en el futuro, dijo Ivanovich. Sea viable o no que algunos cultivos puedan crecer en ciertos lugares podría afectar a la producción de comida, pero el estudio no abordó esto, añadió.

El 1°C de incremento en el calentamiento debido a la comida podría estar sobreestimado, dijo Ivanovich. Por un lado, añadió, “el hecho de que la demanda global de carne rumiante incremente en el siglo que viene, podría significar que estemos subestimando nuestros resultados”.

El cambio el posible

“Se necesita que estas acciones se realicen conjuntamente para lograr un cambio significativo”.

“Cuando vemos grandes reportes o artículos relacionados a las contribuciones del sistema alimenticio al cambio climático, normalmente se reportan los diferentes gases de efecto invernadero como equivalentes de emisiones de CO2”, dijo Lynch. Pero separar los efectos de cada gas, como lo hicieron Ivanovich y sus colegas, ayuda a los científicos a ver los impactos de las dietas cambiantes y las tecnologías, tal como el cambiar las tácticas de ganadería bovina para reducir las emisiones de metano, dijo.

Los autores estudiaron las acciones de mitigación en los desperdicios de comida a nivel minorista, las prácticas de producción mejoradas y la imponente adopción de una dieta saludable, y encontraron que estas estrategias combinadas podrían disminuir el incremento del calentamiento en un 55%. “Se necesita que estas acciones se realicen conjuntamente para lograr un cambio significativo”, dijo Ivanovich.

“Es difícil [cambiar], pero es posible. Además toma tiempo”, dijo Ana María Loboguerrero, líder de investigación en política global en el Programa de Investigación para el Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimenticia del CGIAR. “Las políticas son la clave para los cambios que necesitamos”, dijo.

—Meghie Rodrigues (@meghier), Escritora de ciencia

This translation by Anthony Ramírez-Salazar (@Anthnyy) was made possible by a partnership with Planeteando. Esta traducción fue posible gracias a una asociación con Planeteando.

Text © 2023. The authors. CC BY-NC-ND 3.0
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