Un acercamiento a racimos de uvas moradas, aún en su planta, usadas para hacer vino Riportella. Algunas uvas en el racimo tienen gotas de rocío.
Las uvas en nuestras mesas y los vasos de vino actuales son variedades de un línaje de Asia Occidental que fue domesticado hace 11,000 años. Crédito: Wolfgang Lendl/Wikimedia, CC BY-SA 3.0

This is an authorized translation of an Eos article. Esta es una traducción al español autorizada de un artículo de Eos.

Hace unos 12,000 años, la sociedad humana cambió dramáticamente. Los cazadores y recolectores empezaron a cultivar. Los asentamientos crecieron y las sociedades florecieron. La agricultura ayudó a la civilización a asentar raíces.

Las uvas ocupan un lugar importante dentro de los cultivos de la revolución agrícola, pues además de poder comerse, se pueden transformar en vino. Ya que el vino es una piedra angular de la cultura (después de todo existía un dios del vino), los investigadores se han preguntado por mucho tiempo sobre el origen de las uvas y su domesticación, pero los estudios han sugerido líneas de tiempo contradictorias. Algunos han incluso sugerido que las uvas se domesticaron hace cientos de miles de años, precediendo al nacimiento de la agricultura por mucho.

“El clima global jugó un papel importante para darle forma no sólo a la evolución humana, sino también a la evolución de todo tipo de plantas y cultivos a través del tiempo”.

El análisis genético de la vid más grande hecho hasta ahora ha revelado no sólo el origen de las uvas, sino también la importancia de la glaciación en el desarrollo del vino.

El severo clima del Pleistoceno fragmentó el hábitat de las uvas salvajes en dos áreas distintas: Asia oriental y el Cáucaso. Los asentamientos humanos en ambas áreas domesticaron independientemente las uvas hace unos 11,000 años.

“El clima global jugó un papel importante para darle forma no sólo a la evolución humana, sino también a la evolución de todo tipo de plantas y cultivos a través del tiempo”, dijo Wei Chen, un biólogo evolucionista en la Universidad Agrícola de Yunnan y un autor de el estudio publicado en Science esta semana.

Buscando similitudes genéticas

Chen y sus colegas dijeron que para que se aclarara la ambigüedad que los estudios pasados provocaron, los investigadores necesitaban más material genético de uvas de distintas partes del mundo.

Chen organizó un equipo de docenas de científicos de 17 países para recolectar muestras. La parte más difícil del proceso fue la de obtener vids raras e históricas, particularmente durante la pandemia del COVID-19. Un científico se adentró en viejas viñas en Armenia para desenterrar variedades que antes no se habían nombrado. Otros juntaron variantes salvajes, mientras que otros abrieron colecciones privadas.

El equipo amasó más de 3,000 muestras genéticas, el esfuerzo más significativo de este tipo para las uvas.

Luego de esto, los científicos secuenciaron el genoma de la vid Vitis vinifera ssp. sylvestris, un ancestro vivo de todas las uvas modernas cultivadas. Hace miles de años, la fruta de sylvestris era más amarga y la planta producía menos bayas que las plantas de la actualidad; los humanos la reprodujeron selectivamente para conseguir frutos más ricos y propiedades que facilitaran su crecimiento, en un proceso llamado domesticación.

Usando la genética, los investigadores llevaron a cabo un tipo de prueba de paternidad. Compararon el código genético de sylvestris con miles de variedades alrededor del mundo y buscaron las similitudes más parecidas. Los descendientes vivos más cercanos de sylvestris representan las primeras variedades en ser domesticadas.

Las pruebas revelaron que las dos variedades de uvas más estrechamente relacionadas con sylvestris se originaron en áreas qué están separadas por miles de kilómetros. Para entender por qué, los científicos tuvieron que voltear al pasado.

Un glacial frío

Antes de la última era de hielo las uvas salvajes crecían libremente en toda Eurasia.

Pero a medida que el clima se enfrió y los glaciares proliferaron, el hábitat apropiado para sylvestris se encogió. Durante el Último Máximo Glacial, hace unos 20,000 años, las vids estaban aisladas dentro de parches al este y oeste, completamente incomunicados unos con los otros.

Una segunda división ocurrió cuando las vid de sylvestris occidentales se convirtieron en dos pequeñas poblaciones. Una estaba en Asia occidental alrededor del Creciente Fértil, la cual se arquea desde el sur de Israel al Golfo Pérsico. La otra estaba al norte, en la región del Cáucaso que se extiende por Armenia, Azerbaiyán, Georgia y Rusia.

“A pesar de que estaban separadas por más de 1,000 kilómetros, los dos procesos de domesticación parecen haber ocurrido contemporáneamente”

Las dos subpoblaciones dieron lugar independientemente a variedades domesticadas, de acuerdo al análisis genético.

“A pesar de que estaban separadas por más de 1,000 kilómetros, los dos procesos de domesticación parecen haber ocurrido contemporáneamente con un alto grado de selección de los mismos genes”, escribió Robin Allaby, un ecólogo de la Universidad de Warwick quien no estuvo involucrado en la investigación.

Mientras que las uvas del Cáucaso permanecieron en su región, las uvas de Asia Occidental fueron prolíficas. Granjeros migrantes las llevaron a Europa, donde se mezclaron y diversificaron con las variedades salvajes para formar los ancestros tempranos de las uvas modernas occidentales.

Chen dijo que la última investigación también sugiere que las vides fueron las primeras plantas en ser domesticadas por humanos. Si ese es el caso, las uvas sirvieron como algo más que una hito cultural de la civilización, sino que también como un puente entre las culturas neolíticas y las sociedades agrícolas modernas.

—Jenessa Duncombe (@jrdscience), Escritora de Eos

This translation by Anthony Ramírez-Salazar (@Anthnyy) was made possible by a partnership with Planeteando. Esta traducción fue posible gracias a una asociación con Planeteando.

Text © 2023. AGU. CC BY-NC-ND 3.0
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